San
Martín asume como gobernador de Cuyo en 1814. Poco tiempo después llegan a
Mendoza los patriotas chilenos derrotados en Rancagua. A una ciudad de 10.000
habitantes llegan 3.000 emigrados. Entre ellos Bernardo de O'Higgins y los
hermanos Carrera. San Martín simpatiza con el primero de ellos y cuando se
manifiesta una disidencia entre los Carrera y O`Higgins, el gobernador de Cuyo
ordena que los Carrera vayan hacia Buenos Aires.
A
mediados de 1815, la Junta de Observación, heredera de la Junta Grande, sanciona
el Estatuto Provisorio que debía regir a las Provincias Unidas y a mediados de
año se realizó la elección de los diputados que debían concurrir al Congreso
General convocado en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Don Tomás Godoy Cruz y
Don Juan Agustín Maza serían los representantes por Mendoza, de acuerdo al
resultado de las elecciones y la influencia de San Martín.
A fines
de julio de 1816 llegó la circular de Narciso Laprida, presidente del Soberano
Congreso de Tucumán, notificando la declaración de la Independencia. Ya era la
hora de San Martín y el Ejército de los Andes. Es por ello que el general
solicita el relevo de su cargo de gobernador, como premio a sus esfuerzos, para
dedicarse a la organización de ese grupo de hombres unidos en armas y bajo el
mismo desafío: la libertad americana. El Cabildo de Mendoza cede a San Martín y
a su hija, 200 cuadras de terreno en Barriales, mientras es nombrado su sucesor
al frente del Gobierno de Cuyo: el general don Toribio de Luzuriaga, un eficaz
colaborador de la empresa sanmartiniana, quien asume el cargo el 24 de
setiembre de 1816. Hacia fines de 1820 con el desmembramiento de Cuyo y la
proclamación de San Juan y San Luis como provincias independientes, Luzuriaga
resuelve poner fin a su gobierno.
Monumento a San Martín en la ciudad de
Buenos Aires
Una
economía de guerra
No hay
campaña militar que pueda realizarse sin los recursos indispensables para
cumplirla con éxito. La economía cuyana no hacía presumir que tales recursos
pudieran obtenerse. Por ello, al asumir su cargo en esta ciudad, San Martín
preparó el terreno en todos los sentidos, adecuándolo al esfuerzo que se
aproximaba, y a la gloria que parecía más un espejismo del vasto desierto.
Sus
medidas debían ser lo suficientemente elásticas como para responder a las
cambiantes condiciones políticas y militares, pero basadas en las reales
condiciones imperantes en el comercio, la industria y la producción mendocina
de aquellos años, seriamente perjudicadas por la reconquista realista del
vecino Chile. La guerra debía comenzar antes en la economía, y la primera
batalla consistía en aumentar los recursos y disminuir los gastos. Para esto,
estableció contribuciones especiales, regularizó impuestos y fijó gravámenes
para el sostén del ejército, en un delicado equilibrio que marcó la más severa
imposición sin destruir los recursos productivos y a su vez conformando fondos
de reservas a los cuales recurrir cuando la situación así lo demandara. Medidas
y requerimientos que debían lograr sus objetivos sin provocar descontento ni
oposición. Con firmeza, el futuro libertador buscó el difícil equilibrio, pero
hombre hecho al fin para sortear dificultades, encontraría un justo término y
la respuesta favorable de sus gobernados.
Las mejoras
económicas
Luego
llegaría el momento del estratega militar, mientras tanto se imponía en San
Martín el estratega político y económico. Desde septiembre de 1814, Mendoza es
testigo de una notable acción de gobierno plena de logros e innovaciones. La
activación económica lo llevó a estimular la producción en general. Con
ampliación de los canales de riego y su saneamiento extendió las áreas
cultivables, y con el cateo de minas de cobre y plomo, logró promover la
minería mendocina.
Prosperaron
durante su gobierno las industrias de curtidos, tejidos y talabartería. También
lo hicieron los ramos de herrería y la preparación artesanal de sencillos
productos alimenticios que abastecieron tanto al ejército como a la población
civil.
San
Martín no descuidó la ciudad, exhortó a los vecinos a blanquear los frentes de
las viviendas, limpiar la extensión de la Alameda, y colaborar en el
equipamiento del ejército. El orden que puso en la actividad de las pulperías,
las disposiciones contra el juego, y la regulación del tránsito con la
prohibición de galopar en las calles, redundaron en la seguridad de sus
habitantes. También la Salud preocupaba al general, y se ocupaba como hombre de
acción que era. Con la creación de dispensarios y otras implementaciones, mejoró
la calidad de la salud pública. La creación de nuevas postas de correo en
Mendoza y en San Juan dio un nuevo impulso a las comunicaciones.
Encaminadas
sus tareas gubernamentales, San Martín fue dedicando más tiempo a la formación
del ejército. Sobre la base de las tropas existentes en Cuyo más el aporte de
los auxiliares de Chile, fue desarrollando la maquinaria bélica destinada a
libertar medio continente. Con respecto al área militar, introdujo tácticas
napoleónicas y preparó especialmente a los hombres llegados de diferentes
puntos del país.
La
formación de este ejército de excelencia, requería un lugar adecuado en las
cercanías de la ciudad, búsqueda que concluiría en el paraje El Plumerillo, donde
nacería el campo de instrucción y escuela de las tropas sanmartinianas.
Los
oficiales completaban su formación con clases teóricas en las que recibían
instrucción en tácticas y estrategias europeas que muchos de ellos sabrían
aplicar en la Campaña y en guerras posteriores.
Más allá de las
discusiones acerca de la ubicación del Campo de Instrucción, que ha concitado
el interés de los historiadores, el actual emplazamiento del Campo del
Plumerillo, el mismo Cristo Redentor y las distintas rutas sanmartinianas de la
Provincia, se constituyen en perdurables e inequívocos testigos que revelan a
quien los recorre, las enormes dificultades que debieron ser salvadas por el
genio militar del general San Martín para convertir su sueño de independencia
sudamericana en una realidad tan cierta y tangible, como arduo y complejo el
modo de alcanzarla.
La historia revivió El Plumerillo
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